viernes, 10 de marzo de 2017

Carl Palmer Lunario.

Carl Palmer
Lunario 
09 de marzo de 2017
Ciudad de México

"Palmer es tanto emocional como individual, la mejor mezcla": Steve Howe (1982)




El instrumento perfectamente apuntalado frente a nosotros.
Sólido, se encuentra listo.
La mezcla del color rojo con diminutos puntos blancos que se impregnan en cada percusión la hacen ver rústica, trabajada como la cantera antigua...

A milímetros de los fans, esos seres que han sido fieles a la obra, este hombre llamado Carl Palmer está a punto de expulsar cual Hermes sonidos definidos e indefinidos de los timbales.

La cita finalmente se materializó esta noche en que literalmente ascendimos a la residencia de los antiguos dioses que labraron las tablas sagradas del instrumento de percusión emérito del rock, la batería.
Cada mandamiento es una pieza de sobra transmitida por Carl Palmer, quien a mediados de los 70 era ya una institución.
Cuarenta años después de que contemplamos los acetatos cada uno es una ley de vida para millones de amantes y ejecutantes de la música.

Los temas que escuchamos y sentimos esta noche pertenecían en su absoluta mayoría al cuerpo de su vida, E,L&P., en planos experimentales y cerebrales que adquirieron vigencia en grado sumo.

Guitarras calibradas por alguna especie de brujo mecánico extraterrestre. 

Sin innecesarias reseñas nos limitamos a señalar la apertura de King Crimson vía Sinfield como tributo al creador del Rock Progresivo y de Mussorgsky pináculo de la obra del trío, razones del clímax en el desarrollo del discurso musical nocturno.
Es claro lo que estaba ocurriendo esta noche, ARTE en su máxima expresión, pero no simple y llano, sino arte demencial con estructuras avanzadas enmarcadas por sincopados, redobles y silencios. 

Brutalidad en ciernes., calidad valorada.

Bill Bruford lo dijo hace tiempo cuando se refería al Rey Carmesí..[...] somos la única banda en la que el baterista puede solfear un ritmo 17/16 y permanecer en hoteles de 5 estrellas..."

Palmer en cada golpe expulsaba los demonios que lo tatuaron en Works y arremetió con una fuerza inusual para quien maneja como poseído el agarre tradicional de baquetas, observado en el jazz y muy pocas veces en el rock.

La  obra de Emerson, Lake and Palmer nos remitió a los años de mayor creatividad del movimiento progresivo con las adaptaciones sin par que culminaron con la mas entrañable: la ejecutada en el pentagrama de Aaron Copland, en la que el pequeño lunario se transformó  en el colosal Olímpico de Montreal de 1977.

Y la razón de ser de la relación...el solo de batería.

La maquinaría que nos impactó en 1993 noche sagrada en que escuchamos Tarkus por primera vez sigue igual o mas aceitada que entonces.
Palmer desarrolla figuras incompresibles, irreales, sonoras, e impredecibles.
Sencillez falsa que asombra, cultivada solo a partir del pleno dominio de la técnica.

Carl Palmer parece morir frente a su instrumento, una pasión poquísimas veces vista en la ejecución en vivo de la que tengamos memoria.

Entero y saludable.

Una luz que seguirá dignificando en los años por venir la música del maravilloso Emerson, Lake and Palmer.



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