martes, 19 de julio de 2022

KING CRIMSON P.2

King Crimson 

Latidos de un reino.

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por alberthall

Fotos Fernando Aceves y alberthall


“Somos la única banda en el que el baterista puede tocar un tiempo 17/16 y aún así pasar la noche en hotel de 5 estrellas” Bill Bruford


Hay materias de difícil comprensión , después está King Crimson y después la Teoría Atómica de Dalton


Dicha sentencia me hizo mirar de forma un tanto diferente el último concierto celebrado por la legendaria banda en el Teatro Metropólitan.





De hecho mi cerebro no dejó de comparar constantemente el ensayo firmado por Robert Fripp con los múltiples fenómenos expuestos en un laboratorio de Química.

Eso fueron y eso serán los conciertos de King Crimson, SIEMPRE.




Experimentos calculados y calibrados con exactitud milimétrica, en la que cada uno de los instrumentos reaccionan de forma independiente para concluir en un todo homogéneo.

Cierto, todo conocimiento científico se basa en experimentos, es decir, en observaciones realizadas en el laboratorio.


Fuimos testigos de una serie de acciones sonoras de incalculable valor, probablemente y difícilmente expuestas en el futuro de tal forma.

Se liberaron como si se tratara de aislar ácido de hidrógeno, instintos - me cuesta trabajo llamarlos por ahora sentimientos- de todo tipo.

King Crimson establece las reglas claramente, no se trata de ponérsela fácil al público, esa nunca fue la razón de ser de la banda. Por ello de la solicitud de ingresar con las máxima disposición al recinto se advierte.


Sin importar el orden de los temas o la inclusión de arreglos sometidos a tres baterías, el glorioso pilar del Rock Progresivo vertió sobre nosotros complejos sonidos y distorsiones.


Cada pieza en constante movimiento, la Ley de la conservación de la energía

Un diagrama con vectores que van y vienen, se cruzan y vuelven a separarse, en una inimaginable prueba de sincronización final. La guitarra de Fripp dicta los caminos y resuelve los puntos de encuentro.



Tony Levin no se oye, solo se siente y adquiere el poder ancestral de su temible instrumento. 

Reacciones en cadena en las cuales los alientos  de Mel Collins enloquecen y se disparan hacia distintos rumbos; se alimentan de la atmósfera y en ella se evaporan.



Líquidos y sólidos en un laboratorio irrepetible, de incoherente diseño.

King Crimson como centro del universo musical, una banda entrañable con medio siglo de historia que nos alcanzó a todos.


No importa si llegaste a la plataforma gracias a tus abuelos o padres, o por las notas de viejas escrituras. 


Si fue por sus obras selectas o por su inevitable paso por los años 80, quizá por sus moléculas más exquisitas en línea histórica Lake, Haskell, Wetton & Below.


El trazo de la historia nos colocó en el viejo recinto y nos expuso a la fuerza indomable de célebre estructura de célebre nombre.


Una sustancia cambiante a lo largo del tiempo, que ha sido estudiada por millones desde su nacimiento hace medio siglo y aún existen preguntas en torno a su creación y desarrollo.

Y todas ellas se las llevará Robert Fripp, el mítico ser humano detrás - y frente- de esta gloria del rock.

A diferencia de la teoría de Arrhenius, en King Crimson lo que cuenta es el tamaño de las partículas y no su número.


No hubo mejor forma de comprobarlo, frente a ellos mismos.











KING CRIMSON P.1

King Crimson 

Latidos de un reino.

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por alberthall

Fotos Fernando Aceves y alberthall



“...In the Court es el resultado de una obra en su 60%.” Robert Fripp.

Las viejas escrituras

Lo primero que hice tras revisar textos y revistas de la hemeroteca rockanrolera de todos ustedes fue ir a buscar a mi enciclopedia de instrumentos musicales el melotrón.

En cada texto que surge sobre King Crimson (a partir de 1976) dicho instrumento distinguía el contexto sobre el cual el inefable Robert Fripp trazó la maquinaria perfecta.

Encontré el artefacto en la sección piano y órgano eléctrico.

Para Fripp, decían las escrituras de antaño (Conecte y Sonido) el melotrón fue el dirigible sonoro a través del cual alcanzaría las máximas alturas del rock.

Desde luego que en 1981 cuando frente al canal 5 local de la ciudad de México miré un video titulado “Heartbeat” de King Crimson no tenía idea alguna del portento de historia antecedente presente ahí, y menos del melotrón.

Semanas después encontré un disco color azul con una nota musical color naranja y el título King Crimson Beat. Al revisar la contraportada descubrí la presencia de un viejo - realmente no tanto-  conocido. Bill Bruford tocaba la batería. 



De inmediato lo compré pensando en la garantía inherente a Bruford seguramente inscrita ahí.

A Bill Bruford lo descubrí en YES meses antes de haber visto el video de king Crimson heartbeat. En mi opinión todo retoño de YES debía admirarse. Y así fue que Beat con Buford se convertiría en un disco muy especial para mi.

Y de paso King Crimson.

Las viejas  escrituras comenzarían a jugar su juego y hacerme comprender la grandeza del Rey Carmesí. 

Aún cuando King Crimson no aparecía en Conecte, Sonido o Rock Pop con frecuencia, sí registraron  interesantes textos que me permitieron saber de esta banda.

De hecho en un artículo publicado por Conecte en 1984 titulado Una Observación al Eclecticismo Inalterable en su Majestad King Crimson, escrito por Merced Belén Valdez Cruz, se describe el legendario In the Court of the Crimson King de principio a fin tras su publicación en funda nacional tras 15 años de espera. 

Debo señalar que este artículo se acompaña por una fotografía entrañable del entonces cuarteto.

Si bien la alineación de la foto no tenía nada que ver con el disco pionero del Rock Progresivo - eso lo descubrí después- era la alineación de Beat y además me parecía muy significativo que Adrian Belew colocará sus dedos en la cabeza lo cual yo interpretaba como “King Crimson no es cualquier música”. Imborrable imagen.

Esta y otras anécdotas vinieron a mi mente en ese pre-viaje nostálgico que me aventé dentro de las revistas en preparación a esta nueva visita de la banda a México.

Viaje delineado a través de ese árbol genealógico terrible y brutal sobre el cual se eslabona la corriente rock progresivo en saltos épicos. 

Reconocimiento catapultado desde un trío llamado Giles, Giles and Fripp, desarrollando lazos con nombres que vuelvo a leer tras décadas de no hacerlo.

Quiet Sun, Mogul Thrash, Family, o entidades tan distintas en apariencia como Uriah Heep y Emerson Lake and Palmer. El genio Brian Eno o la League of Gentlemen, Greenslade o toda la corte italiana.

Nombres escritos en las páginas de la historia del siglo pasado y entre ellos el de Robert Fripp sobresale, una especie de Controlador del Universo * detallado en cada uno de los mosaicos sonoros gestados en Inglaterra.

Epicentro de golpes de autoridad técnicos, de máxima exigencia, Fripp controlaba y descontrolaba todo, diría Mike Giles e Ian McDonald.

Historia de alto calibre aquella materializada en su obra.


De 1974 a 1981 King Crimson no existió, pero entendí que su influencia remarcaba en cada sincopado o nota de banda experimental su importancia.

King Crimson era mucho más que una banda, era una escuela avanzada a su tiempo.


Con Beat en mis manos y posteriormente Three of a Perfect Pair conocí a King Crimson, con In the Court grabé en mi memoria su trascendencia.


Las últimas escrituras



Aun con las revistas como portadoras de información  llegó el 2 de agosto de 1996.

Un evangelizado por Beat no podía pedir más.

Un discípulo de YES menos.

Un seguidor de King Crimson ahí estaría.



La fecha más importante para el Rock Progresivo hasta ese momento.

King Crimson en México.

Qué jóvenes éramos todos, que fortuna estábamos viviendo en ese recinto atesorado por la banda por extraña razón, nuestro queridísimo Teatro Metropolitan.

Recuerdo la batería amarilla de Bill Bruford, nunca le quité los ojos de encima.

Quizá iba a ser la única vez que podría mirarlo sobre el instrumento que admiro y me apasiona.

Levin, Belew, los mismos de la contraportada Polydor de 1982. 

Un entonces joven Pat Mastelotto.

Y el maestro Fripp a lo lejos alumbrando con su guitarra un espíritu venerado por años.

Qué jóvenes éramos todos.

Las columnas hechas figuras humanas del Metropolitan volverían a atestiguar la grandeza de los reyes años después y años después y años después.

Sin Bruford pero nuevamente con Pat Mastelotto en el 2001, y en un inmisericorde salto en el tiempo regresaron en 2017 de una forma incoherente para la sensatez.


Con tres baterías King Crimson recreó un estudio de grabación en vivo enriqueciendo aún más su descomunal obra.


El fin de los tiempos.


Parece un sueño.

De nueva cuenta King Crimson pisó el escenario clásico que se erige a unas cuadras del cine Orfeón del centro histórico de México. 



El mismo que ha sido testigo del más alto nivel musical de su existencia.

El mismo cuya estructura cubre a 1 km en el pasado las estatuas del viejo y abandonado Cine Opera en el que Emerson, Lake and Palmer tocaron Tarkus.

El Metropolitan dejó de ser cine para restaurar obras de rock eternas.


La incoherencia hecha arte.

Un sonido extraído del viejo Melotron alcanza nuestros sentidos desde la primera exposición de lienzos en modo Pollock, una tormenta de pintura envuelta en caos.

No importa el orden, nunca será igual.

Detrás de una aparente improvisación hay perfección.

Detrás de un aparente ensayo encontramos una obra terminada.


Los siete jinetes mezclan cada una de sus partituras para convertirla en un todo incierto. En una neurosis ataviada de número infinitos de platillos y cada uno tiene razón de ser por increíble que parezca.

Frescos negros en la inmensidad de un sonido inentendible pero comprensible.

Eso creemos.

Requiems y epitafios de la memorable noche nocturna..


Fripp dirige en apacible postura pero velada condición los ritmos y rupturas.

Es un jazz indomable con rostro adusto que guiña los ojos con melodías agridulces.


Hay muchas formas de definir una locura.

Los tres bateristas ensamblan ritmos, mientras el aliento parece atrapado en los suspiros del maestro Mel Collins.

Fripp no deja de rasgar la guitarra, los redobles se extienden desde Mastelotto, y rompen en la batería Sonor de Gavin Harrison quien ordena la ideas para redirigir la nave.

Fripp de cualquier forma observa.





Levin captura con su
violone moderno las atmósferas más bellas de la noche.


Lake y Wetton desde el olimpo, colocan el nombre de Jackszyc con la luz que merece.


Que jóvenes fuimos….


Continuará….




sábado, 16 de julio de 2022

Santa Evita Serie

 Santa Evita. (2022)



¨Prométeme, no harás que me olviden¨


El largo y sinuoso camino que recorrieron los restos de la legendaria Evita Perón tras su muerte en 1952 abrieron capítulos terribles entre sus seguidores y detractores, mundos confrontados en una historia determinada a cuestionar principios, ética y política detrás de un féretro.


Una estupenda recreación de hechos que parte de los años 40 para moverse en direcciones previas y futuras hasta alcanzar en 1974 el final de una historia épica en torno a su memoria.


Natalia Oreiro cómo Eva Perón supone en mi opinión una de las mejores interpretaciones a un personaje de tales dimensiones y Ernesto Aleiro cuya locura transmitida al triste célebre coronel Koenig impacta y somete de forma brillante.


Imperdible para quien mira en la historia una razón de ser y hacer.

Me incluyo.