lunes, 29 de agosto de 2005

LA CAIDA / 29.08.05

“If the war is lost, it is immaterial if the German people survive. I will shed not one tear for them.".

Las últimas horas que Adolf Hitler vivió en su bunker enclavado en Berlín….

En torno a este momento se desarrolla esta cinta bien realizada protagonizada por el mejor y más popular actor alemán de nombre Bruno Ganz quien encarna magistralmente a uno de los personajes más triste célebres de la historia moderna.

Desde luego que puede haber –ha habido – críticas muy fuertes sobre la visión que parece irse construyendo sobre Adolf por el director Oliver Hirschbiegel y que desde luego se compone de polos opuestos.

Por una parte, la sensibilidad del hombre que trata irremediablemente de evitar que su patria caiga en manos de los rusos, admirado aún en los momentos de precaria salud y celebrado por un pueblo que está dispuesto a dar su vida por él; por el otro, el irreversible castigo al responsable directo de la muerte de más de 6 millones de Judíos en los campos de concentración.

El personaje que nos abre la puerta y nos permite ingresar al círculo íntimo de Adolf es precisamente una de sus secretarias Traudl Junge quien a lo largo de aproximadamente 3 años sirvió a Adolf, y cuya juventud posiblemente nunca le llevo a interesarse en lo que estaba sucediendo tras las puertas de Berlín, algo de lo que ella misma se arrepiente.

El trabajo de recreación del año 45’ es excelente pese a que en un 80% de las tomas fueron realizadas en el centro de operaciones de Hitler. De cualquier forma la cámara se atreve a recorrer calles y hospitales para darle mayor realismo a la crónica.

La caída es ante todo un documento histórico imprescindible para quienes gustan de allegarse de elementos suficientes para entender páginas de la historia; en este caso el documento nos permite reconocer a siniestros actores tales como Joseph Goebbels (ministro de propaganda) ó Heinrich Himmler (Director de la SS), así como Eva Braun y Magda Goebbels.

Der Untergang, original de esta cinta, posee momentos –más que escenas- desgarradoras, que nos hacen difícil comprender los patrones de conducta nacidos en la mente de los personajes centrales.

Resulta indignante por ejemplo presenciar a Magda Goebbels manifestando que “ de ninguna manera permitirá que sus hijos vivan en un régimen no socialista, o la insistencia de Joseph Goebbels de seguir defendiendo lo indefendible a costa de un puebla que está sufriendo lo indecible.

Nadie desde luego saldrá de la sala admirando a Hitler, eso es algo que ninguna cinta pasada ó futuro podrá lograr, sin embargo queda de manifiesto la locura quizá sea un arte que seguramente ningún ser humano querrá esbozar como lo hizo Adolf Hitler.

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