miércoles, 3 de mayo de 2017

El Hombre de la Mancha

El Hombre de la Mancha
Teatro Insurgentes
1 de mayo 2017





"..simplemente quiero a este hombre" : Sancho Panza.

Cervantes y su inefable forma de hacer evidente la censura que pesaba en todo momento sobre su obra cumbre lo llevó a bajar del galeón para defender su causa bajo esa triste figura de su máxima creación.
Así aparece Don Quijote bordando pasajes que van desde la famosa lanza traspasando los gigantescos enemigos de cuatro aspas voladas hacia la locura, hasta sus escritos dedicados a la musa eterna Dulcinea.
En Quijano cobra vida el Hidalgo que se inmortalizó en su pluma.

Una locura extrema que mira mundos utópicos en los que yelmos y castillos se cruzan en su camino. Magdalenas medievales que transforman a Aldonza en una diosa cuasi mítica, divina.

El Hombre de la Mancha lo plasma con singular alegría sin formalizar demasiado en una obra que nunca lo fue. 
Irónica, crítica, ácida para los tiempos del Santo Oficio,  jamás tan seria para no dejar escapar carcajadas a granel sobre las ocurrencias  de Sancho Panza, fiel y genuino personaje de antología.

Sobre una creatividad que hace mirar al Insurgentes como un teatro de pueblo en que juglares  flautas, guitarrones y voces bien educadas que confeccionan una obra de extraordinaria calidad  en las que el movimiento es constante y la gracia mágica.

En su sencillez Benny Ibarra logra conectar con la flaca figura del mito máximo de la literatura hispana y Carlos Corona en Sancho apuntala los mejores momentos.
Magia pura.

Guadalupe Lancho cierra el triángulo perfecto del matiz, sin inspiración nada es posible.

Eso es El Hombre de la Mancha, una cita obligada con la historia del teatro musical.

Tributo a ese magnífico ser que vivió en la mente para muchos incomprendida de un caballero lánguido y deslucido. Falso torpe que amaremos por siempre.

Viva Don Quijote de la Mancha! 
Teatro Insurgentes
1 de mayo 2017

"..simplemente quiero a este hombre" : Sancho Panza.

Cervantes y su inefable forma de hacer evidente la censura que pesaba en todo momento sobre su obra cumbre lo llevó a bajar del galeón para defender su causa bajo esa triste figura de su máxima creación.
Así aparece Don Quijote bordando pasajes que van desde la famosa lanza traspasando los gigantescos enemigos de cuatro aspas voladas hacia la locura, hasta sus escritos dedicados a la musa eterna Dulcinea.
En Quijano cobra vida el Hidalgo que se inmortalizó en su pluma.

Una locura extrema que mira mundos utópicos en los que yelmos y castillos se cruzan en su camino. Magdalenas medievales que transforman a Aldonza en una diosa cuasi mítica, divina.

El Hombre de la Mancha lo plasma con singular alegría sin formalizar demasiado en una obra que nunca lo fue. 
Irónica, crítica, ácida para los tiempos del Santo Oficio,  jamás tan seria para no dejar escapar carcajadas a granel sobre las ocurrencias  de Sancho Panza, fiel y genuino personaje de antología.

Sobre una creatividad que hace mirar al Insurgentes como un teatro de pueblo en que juglares  flautas, guitarrones y voces bien educadas que confeccionan una obra de extraordinaria calidad  en las que el movimiento es constante y la gracia mágica.

En su sencillez Benny Ibarra logra conectar con la flaca figura del mito máximo de la literatura hispana y Carlos Corona en Sancho apuntala los mejores momentos.
Magia pura.

Guadalupe Lancho cierra el triángulo perfecto del matiz, sin inspiración nada es posible.

Eso es El Hombre de la Mancha, una cita obligada con la historia del teatro musical.

Tributo a ese magnífico ser que vivió en la mente para muchos incomprendida de un caballero lánguido y deslucido. Falso torpe que amaremos por siempre.

Viva Don Quijote de la Mancha! 


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