De Marc Forster. USA.
Es 1978. Afganistán, antes de la invasión soviética, los talibanes, los americanos y demás regímenes autoritarios. Amir y Hassan son grandes amigos, el primero un niño de familia bien acomodada que vive con su padre, Baba, y el segundo el hijo del que por años ha sido su sirviente, Ali. Personajes clave de esta historia, un gran cuento desde el puento de vista de la impecable narración que nos lleva a recorrer la vida de ambos desde esa etapa de niñez en la ciudad de Kabul hasta el presente de Amir en San Francisco California, y desde donde en el momento preciso, la historia se retoma para cerrar puertas que habían quedado abiertas en aquellos primeros años en Kabul. Es sin duda una cinta brillante, y no deja construir –como las grandes películas- mosaicos de ánimo que nos llevan a la reflexión de conceptos tales como la lealtad, la valentía y la fuerza de las convicciones. La cinta no se centra en la guerra, pero los sucedido en esas tierras en recientes años no deja de ser observado desde el mismo momento en que Amir y Baba abandonan su tierra, e incluso en su regreso a Kabul décadas después. Su pasado los confronta y los recuerdos de infancia en que juntos (Amir y Hassan) volaban cometas en el cielo, son elementos visuales atractivos con una carga de valor indiscutible, la libertad y al mismo tiempo su vulnerabilidad. Una joya del séptimo arte.
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