“Mi vida nunca más correrá paralela a los Beatles”, declaró Ringo en Mayo de 1980, en la serie de entrevistas que concedió con motivo de la grabación de la película el cavernícola en la que interpretaba a Atouk, representante de la inteligencia humana que tenía que luchar contra la fuerza bruta del hombre primitivo. Ringo en aquellos años ya había participado en un buen número de películas, aceptaba que prefería el cine a la música y reconocía que sus L.P solistas no vendían lo que él esperaba.

Algunos más o algunos menos, lo importante e inolvidable en la mente de muchos fue sin duda ver a Ringo Starr subirse a la tarima y ejercer su autoridad como pionero entre los bateristas del Rock and Roll (único par posible Charlie Watts); si era interpretando Photograph o con It Don´t Come Easy, realmente era lo de menos. Ahí en ese preciso momento en que Ringo tomó las baquetas y comenzó en su peculiar e inigualable estilo a hacer sonar la bataca Ludwig, el tiempo se abrió de capa y nos llevó en dirección y sin escalas a Abbey Road. Se habían alineado los planetas.

Entero físicamente, el legendario baterista se manejó de manera versátil a lo largo de la noche, sin robar cámara – algo casi imposible- para dejar que el público liberara tantos años de espera, cerca de medio siglo desde la edición del primer acetato de los Beatles de 1962.
Fotos Fernando Aceves
Revista Sonido y disco alberthall
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